LENTEJAS ESTOFADAS CON VERDURA Y CHORIZO

Las lentejas han ido recuperando con el paso del tiempo el valor que durante mucho tiempo se le negó. En sus orígenes fue un alimento básico, pero con el paso de los años fue perdiendo peso en la dieta habitual e incluso sirvió como alimento para el ganado. En la actualidad, vuelve a ser uno de los principales platos de nuestra dieta.
Su origen no está claro, pero se han encontrado restos de esta legumbre en excavaciones llevadas a cabo en Siria, que datan de hace más de mil años. De hecho, todavía existen por el norte de Siria y suoreste de Turquía ejemplares de lenteja silvestre.  La civilización egipcia se destacó por su cultivo intensivo y por ser los primeros exportadores de lentejas de la Antigüedad. Era la comida destinada a la realeza, pero también fue la comida de los obreros que construyeron la gran pirámide de Keops. Cuentan los historiadores que les daban grandes cantidades de lentejas, cebolla y cerveza.


En cambio, los griegos y los romanos la consideraban un alimento destinado únicamente a los pobres o para aquellos que querían dar muestra de pobreza y humildad, como algunos filósofos o religiosos. Tal vez parte de la mala fama que alcanzó en algunos momentos tuvo que ver con el relato bíblico que se encuentra en el Génesis 25:34 donde se cuenta del trueque que hizo Jacob por un plato de lentejas para quedarse con la primogenitura de Esau, su hermano mayor.


Según Apiano, que ocupó altos cargos como funcionario en Egipto a mediados del siglo II d.C, la lenteja era el plato principal de las cenas funerarias pues tenían una curiosa condición de que al comer lentejas en Egipto, el hombre se volvía alegre y divertido. Para Apiano, era esta virtud de alegrar a los deprimidos, llorosos y desesperados la que incitó a los romanos a servirlas durante las cenas de duelo familiar. No puedo dejar de mencionar a Hipócrates, médico del siglo V que señalaba las virtudes terapéuticas de las lentejas, indicándole a los enfermos de hígado un caldo concentrado de esta legumbre.


En la Edad Media se revaloriza nuevamente su consumo al tratarse de una época de hambre y escasez. Posteriormente, en el siglo XVII nuevamente se rechazó su inclusión en la dieta humana y se proclamó que sólo era buena para los caballos pasando así de la mesa a las caballerías. Debió esperar otra época de penuria durante la Revolución Francesa para ser bienvenida nuevamente a los hogares, lugar desde el que nunca más  se perdió.
La lenteja se recolecta a finales de junio o principios de julio y para ellos se emplea el método manual o el mecanizado. Hay dos variedades básicas de lenteja: una produce semillas pequeñas de color castaño, y la otra, amarillas y de mayor tamaño. Las más consumidas son la verdina y la pardina. La verdina es de pequeño tamaño de color verde o verde amarillento. Tienen un sabor muy agradable y es idónea para purés y cremas.


La pardina es de color pardo y pequeño tamaño también. Proporciona bastante color al caldo y da un exquisito sabor a los guisos. Es muy fina al paladar y su pequeño diámetro hace que no pierda la cubierta al ser cocinada.


La lenteja beluga está considerada como la mejor que existe, el caviar de las lentejas. Su nombre se debe a su minúsculo tamaño y a su color negruzco, que mantiene incluso después de su cocción. Esta característica la hace muy vistosa en ensaladas o platos donde se busque realzar el color, como por ejemplo, acompañando un pescado blanco al vapor.

Por último está la lenteja verdina de Puy, que los franceses consideran su "caviar vegetal" y que es una Denominación de Origen Protegida. Es una lenteja autóctona de la región francesa Puy de Dome, en Auvernia, en una zona montañosa en la que existen volcanes, ya extintos, de hace 5.000 años. Este suelo volcánico es muy fértil, ya que está compuesto por gran cantidad de minerales y confiere a estas lentejas su característico sabor fino, dulzón. No es harinosa y además, es de rápida coción. En Puy de Dome se cultiva el 60% de las lentejas de toda Francia.


Seguro que después de este rápido paseo por la historia y las variedades de lentejas que conocemos, estáis deseando de comeros un buen plato de ellas. La receta que os traigo es bastante fácil y es uno de esos platos de cuchareo que tanto gustan en esta época del año, ahora que parece que por fin ha empezado el otoño. Os dejo la receta...

300 gr de lenteja pardina
2 dientes de ajo
1 trozo de cebolla
1 trozo de pimiento verde
1 tomate rojo
3 patatas medianas
3 berenjenas de rabo o 1/2 berenjena
250 gr  chorizo
Agua
Azafrán
Pimentón dulce
Aceite de oliva
Sal

1. Ponemos a hervir las lentejas con agua unos 15 minutos. 

2. Mientras, en una sartén, freímos un diente de ajo entero y un trozo de cebolla. Cuando esté dorado, lo sacamos, reservando el aceite,  y majamos en un mortero con unos granos de sal. 

3. Cuando hayan pasado el tiempo de cocción, escurrimos las lentejas y las ponemos de nuevo en una cacerola cubriéndolas con agua fría. 

4. Añadimos 1 diente de ajo entero con piel, otro trozo de cebolla, el pimiento y el tomate entero sin pelar. Al majado anterior le añadimos una poca de agua y volcamos en la cacerola. Añadimos también el aceite en el que hemos frito el ajo y la cebolla. 

5. Agregamos las patatas peladas y cortadas en trozos, las berenjenas troceadas y el chorizo en rodajas. Condimentamos con una pizca de azafrán, pimentón dulce y sal. Dejamos hervir una hora aproximadamente a fuego lento. 

6. Apartamos un momento y sacamos toda la verdura que hemos añadido en crudo. Dejamos que se terminen unos 10 minutos más removiendo de vez en cuando y controlando que no se peguen.


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